Note: English version here
Hace poco he vuelto de vacaciones. A diferencia de la mayoría de las anteriores, esta vez han sido largas (tres semanas). Además, fui a un sitio exótico con un océano estupendo lleno de ballenas yubartas (pude ver una saltando desde la playa y eso que no pasé mucho tiempo en la costa). Sin embargo, no he paleado un sólo minuto.
Y esta no era mi primera infidelidad. Antes a lo largo del año, un par de fines de semana largos perfectos pasaron también sin tocar pala ni kayak. En su lugar, me fui a descender barrancos.
Comenzé con el barranquismo unos años antes que con el kayak y no soy ningún experto. Sin embargo, y al igual que el kayak, me encanta. Hasta 2007 era mi principal pasatiempo al aire libre y apenas tenía que competir por las principales porciones de mi tiempo libre. Entonces, me hice con el barco... y he tenido el corazón dividido unas cuantas veces. Sencillamente, falta tiempo para las cosas que de verdad molan...
Creo que el kayak y los barrancos me gustan tanto porque, al final, para mi vienen a ser lo mismo: la manera de accedera a momentos y lugares especiales. Dicho así, me parece que no termina de expresar toda la semejanza entre ambas experiencias (insisto: para mí). Como con el kayak de mar, en los barrancos esos momentos suelen provenir de la contemplación de los lugares asombrosos en los que de repente te encuentras y, en general, no se asocian a saltos a pozas o rápeles bajo cascadas: eso es lo que se hace para llegar allí.
Y se llega a sitios realmente especiales...
Nota: Como de costumbre, las fotografías no son mías y aparecen por gentileza de sus autores, sobre todo Santi y Annabella, pero también (creo, ya me hago un lío con quien hizo qué foto...) Sol, Miriam y Dani I y II. Hay unas cuantas más aquí. Agradecimiento especial para Santi, guía extraordinario, y Dolomismo, su compañía y la de Annabella. Sin ellos, no habría estado allí.
viernes, 24 de octubre de 2008
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